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El sentimiento sublime

Lo sublime es fundamentalmente condición de lo negativo, pues no acude ni a la forma ni a la imaginación. El sentimiento sublime, por su parte, es la impresión de un pensamiento, de un sordo deseo de ilimitación, que aparece como algo súbito y sin  porvenir. Tal sentimiento es una extraña sensación de que ningún objeto, sea inmoderado o sin forma, provoca una extraña emoción de placer o displacer.

El sentimiento sublime es una acogida inmediata de lo que se da, es un pathos, una pasión, algo que se padece. Es un sentimiento de diferendo, un sentir de terror y de exaltación. Lo sublime, por una parte, es pena frente al terror de la privación —de que no suceda nada— y, por otra, un placer de alivio porque algo acontece. Se puede afirmar que el acontecimiento de lo sublime es la presencia del pensamiento, el pensamiento sobre la libertad.

El diferendo, como señala Lyotard, se dice también discrepancia, disenso, heterogeneidad, inconmensurabilidad, paradoja, disonancia y se relaciona con la resistencia. Es la afirmación de que el límite de la sensación arranque la nada. Esto da sentido a que la estética de lo sublime implica ser despertado de la nada, de la desafección.

El diferendo, en lo sublime, da una estética vigorosa, enérgica, que resiste a lo presente. Lo sublime, al afectar, despierta el ánimo, el pensamiento y la reflexión, frente a la miseria y al terror de que ya no suceda más, que quede apagado y asfixiado por lo presente.

Es, lo sublime, el acontecimiento de la presencia del pensamiento, el cual da testimonio de lo indeterminado al hacer ver que hay algo que no es determinable y posiblemente no se puede determinar. En lo sublime, lo indeterminado y lo no determinable se llama lo impresentable, lo irrepresentable, lo inexpresable, lo desconocido, lo intratable, lo inhumano, dirá Lyotard. Estos términos se relacionan con lo que no se ha determinado en lo presente, y hacen referencia a lo que no debería determinarse.

En este sentido, no se puede exponer lo sublime, ya que la razón llega a sus fronteras. Por lo cual, el juicio estético se suspende. No puede universalizarse mediante ninguna la ley, pues él tiende permanentemente a una insatisfacción exultante. El placer de lo
sublime solo puede comunicarse a través del sentimiento mismo, pues es, según Kant, una afección fuerte y equívoca, que conlleva, a la vez, al placer y a la pena, mejor dicho, el placer procede de la pena2.

El sentimiento sublime se produce a través de una disconformidad con la causalidad libre. Él pertenece a un fuera de la razón, a una ausencia de forma, a una comunicabilidad distinta. El autentico sentimiento de lo sublime es una mezcla intrínseca de placer y de pena; placer de que la razón exceda toda presentación y la pena de que la imaginación y la sensibilidad no sean en la medida del concepto.

Al no haber una ley unitaria de lo sensible se da una dispersión que tiende a disipar toda ilusión representativa. A partir de esto, lo sublime es el efecto que resulta de la desproporción con el deseo, de la resistencia encontrada entre la virtud y las pasiones.

El sentimiento sublime exige una sensibilidad hacia las ideas que no es natural, sino que es obtenida por medio de la cultura. Se trata de una manifestación y de una circulación de afectos.

Lo sublime se muestra como forma arbitraria y violenta que se impone en la estética. Reconoce Lyotard que en lo contemplativo el deleite del miedo, envuelto en lo sublime, es la nada que es. Es un ahondar en el abismo del fracaso de la imaginación, lo cual genera miedos atractivos escondidos en medio de la obra de arte.

En lo sublime, se experimenta la grandeza de la naturaleza como signo que está más allá de la razón, Podemos concebir lo absolutamente grande, lo absolutamente poderoso. No obstante, cualquier presentación destinada a hacer ver esta magnitud y esta potencia absoluta se nos aparece como dolorosamente insuficiente. Estas ideas no nos dan a conocer nada en realidad; pues ellas prohíben el libre acuerdo de las facultades que produce el sentimiento de lo bello, e impiden la formación y la estabilización del gusto. Podemos decir que ellas son impresentables.

Por ello, Lyotard designa lo sublime como la representación de lo impresentable, una representación negativa que busca contraponerse a ese miedo, a esa incapacidad, que busca ahondar en el abismo del fracaso imaginativo, la cual se desarrolla como el conflicto entre las facultades de un sujeto, la facultad concebir una cosa y la facultad de poder representar tal cosa6.

Obed Delfín7
Investigador DATPA

«El sentimiento sublime exige una sensibilidad hacia las ideas que no es natural, sino que es obtenida por medio de la cultura.»

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